Con el nombre de
Hipócrates la tradición ha transmitido unos sesenta escritos médicos en lengua
jonia que recopilados toman el nombre de Corpus hippocraticum. El examen de
contenido de su obra muestra las diferencias en el vocabulario y doctrinas
contradictorias, además los escasos testimonios antiguos prueban que ciertos
tratados no son obra del maestro. La descripción de los vasos sanguíneos que
Aristóteles atribuye a Pólibo proviene del tratado hipocrático “Sobre la
naturaleza del hombre”, e igual ocurre con atribuciones a Sienesis de Chipre, también
discípulo. Los dos únicos pasajes de la obra de Hipócrates que podemos atribuir
de forma segura a un autor gracias a una información antigua y digna de crédito
no provienen del maestro sino de los discípulos. Un núcleo importante de
tratados fue producido por él y la llamada escuela de Cos.
Para Hipócrates el
médico sanador debe estar preparado para interpretar los signos para conocer la
naturaleza de la enfermedad y para pronosticar su evolución. Éste es el
argumento del célebre tratado “Pronóstico”, donde lee la descripción, acuñada
como clásica, del rostro del enfermo alterado por la enfermedad que anuncia la
muerte. En “Sobre las enfermedades agudas” el autor presenta el conocimiento de
cebada o tisana, lo que explica que el tratado en la antigüedad se llamara
“Sobre la tisana”, que se cierra con el uso de las bebidas y baños. Los “Aforismos”
presentan sin orden sistemático una riquísima mezcla de propuestas sobre prognosis,
al influencia de las estaciones y la edad y la terapéutica. los médicos
hipocráticos utilizaban un proceso metódico para el pronóstico y la medicación.
Sus pasos eran la hipótesis, la observación de los síntomas, la conjetura sobre
las causas morbosas, la medicación, procesos que se complementaban con la
experiencia sensible y la reflexión para aplicar los recursos de la ciencia a
favor del enfermo.
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