La década de los 90
fue la década del cerebro; hoy se insiste en que este nuevo milenio se halla
abierto a la consideración del cerebro en ambientes educativos. Diversos
investigadores sostienen que sólo a través de una conciencia de las diferencias
y las similitudes entre la educación y las neurociencias, será posible lograr
una fundamentación común necesaria para una ciencia integrada de la educación,
el cerebro, la mente y el aprendizaje. Los estudios neurobiológicos de la
conducta, que se llevan a cabo en nuestros días, cubren la distancia entre las
neuronas y la mente. Precisamente, las neurociencias están contribuyendo a una
mayor comprensión, y en ocasiones a dar respuestas a cuestiones de gran interés
para los educadores; por ejemplo, hay evidencias según lo muestran las
investigaciones de que tanto un cerebro en desarrollo como uno ya maduro se
alteran estructuralmente cuando ocurren los aprendizajes.
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